Llegamos a la quinta entrega de los relatos abisales de La caricia del gato negro. Dos historias publicadas hace tiempo y ocultas bajo varios clics en el botón “entradas antiguas”. Hoy toca buscar las grietas a dos sacrosantas instituciones: los amigos y la madre.
Siete tenedores solitarios y siete cucharas acompañadas por otros tantos cuchillos. Todos convenientemente distribuidos. La mesa ya está preparada. Copas de vino y de agua vacías. Varias botellas del mejor Ribera del Duero que he podido encontrar además de un Marqués de Riscal verdejo, afrutado, perfecto para el marisco recién cocido, despedazado y servido.
He invitado a cenar a mis mejores amigos, los de siempre. Sin parejas, sin hijos, sólo ellos y yo. He escogido el menú tratando de agradar a todos. He cocinado unas zamburiñas. Sí, Iván las odia, pero para compensar le he preparado unas croquetas de jamón y boletus.
Siempre han estado conmigo, así son los amigos, para bien o para mal… (seguir leyendo)
Al despertar, el olor dulzón a ron mezclado con tabaco le anuncia que ella está cerca. Simula estar dormido, pero no puede engañarla: es su madre.
—Hola rata —Así es como le gusta llamar a su hijo.
Se incorpora. Ella está sentada en la mecedora junto a la cama. Con suaves movimientos bajo las frazadas se va alejando de ella, acercándose poco a poco al borde opuesto. Busca separarse a más de un brazo de distancia. Ella lo sabe.
—Te vas a caer, ven con tu mami… (seguir leyendo)
El primer relato tengo la sensación de que ya lo había leído, disfruté de esta relectura. El segundo transmite toda la emoción que siente el protagonista con sutileza, sin necesidad de muchas descripciones. Ohh ahora me creo crítica literaria XD. Será mejor que me vaya antes que me crea una erudita. Muy buenos relatos. Saludos Andoni 🙂
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Que conste que tus críticas me sirven tanto o más que los de cualquier erudito o supuesto erudito.
Gracias, un placer siempre tenerte por aquí.
Abrazo..
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Me ha gustado leerlos pues no lo había hecho en su día.
A estas alturas no te voy a decir lo buenos que son tus relatos, que lo son. Me han gustado mucho tanto el primero con esa venganza culinaria para que se vayan satisfechos, como el segundo con esa interpretaciónd de Marco y Amedio, que ya fueron felices para siempre y no se les ocurrió emigrar en busca de su mamá.
Un abrazo.
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Me alegra mucho que al repescar estos relatos antiguos haya personas como tu que puedan leerlos. También espero empezar pronto a compartir trabajos nuevos, no me da la vida, pero estoy en ello.
Abrazo grande, Estrella.
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