El viejo R5

R5_1Observa a través de los cristales de la oficina que tiñen la ciudad de un verde cambiante. Hace rato que el tono musgoso del atardecer ha cedido el paso a uno más oscuro. En la enorme zona de aparcamientos apenas media docena de coches soportan los primeros impactos de una repentina granizada. Le queda mucho por hacer antes de volver a casa, pero no puede evitar detenerse unos instantes en el viejo R5. Lleno de achaques y obcecado siempre en una terca negativa a recorrer el camino hacia el desguace.

Recuerda aquella mañana de sábado. Jugaba con su hermano pequeño sin reparar en el insistente claxon que sonaba fuera de la casa. De repente notó algo familiar en la cadencia de aquel ruido de fondo. Repetía el mismo patrón una y otra vez: Pi, pipipipi, pi, pi. Era la contraseña que utilizaban para saber quién llamaba al timbre o al portero automático. Para ellos se trataba de un juego más, aunque este ocultaba otro significado: aquel no era un barrio fácil. Se asomó a la ventana y vio a sus padres saludando con la mano junto al coche nuevo, el primero y último que tuvieron, pero ella apenas reparó en el auto, tenía la mirada fija en su padre: no recordaba haberle visto sonreír nunca de un modo tan libre del matiz de la amargura. El vehículo trajo algunas comodidades y una alegría efímera que no cambió el estado de las cosas. Aquella sonrisa plena no tuvo continuidad, quedando como una instantánea fija en la memoria de lo extraordinario. Él siguió trabajando de sol a sol, casi hasta el último aliento, en esa fábrica cuya atmósfera fue deteriorando su ánimo y unos pulmones ya debilitados por la media cajetilla diaria de Ducados. Nada de cenas fuera, estadios de fútbol ni escapadas de hotel. Sin viajes en vacaciones más allá de unos días en la vieja casa familiar después de un largo periplo de ventanillas abiertas al tibio aire de agosto, jugando a las matriculas, pares o impares, y a las caras de los coches: según la distribución y  forma de los focos y la matrícula, unos parecían enfadados, otros reían y algunos lloraban.

Vuelve a centrarse en su tarea, no quiere que se le escape ni un detalle, está cansada de encadenar contratos en prácticas. El R5 aguanta la violencia creciente del granizo con el estoicismo y la dureza de siempre. Dicen que los perros se parecen a sus dueños. Nunca estuvo de acuerdo con esa afirmación. Sin embargo no le tiembla la imaginación al percibir la similitud entre la cara del viejo coche y la mirada, que hasta para reir pedía permiso, de su padre. La misma con la que, ya en el hospital, le dijo: “qué lástima, si hubiese tenido una vida más cómoda, de haber descansado en garaje, seguro que hubiese aguantado hasta que tuvieses edad para conducirlo, pero tal y como está…”.

 

Andoni Abenójar

37 comentarios

  1. Andoni! El final es un lío… Esta vez te pongo un cinco raspao… Porque te conozco personalmente 😉 es una historia con buen fondo. Pero yo le daría un par de vueltas. Un abrazo!

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    1. Hola Sergio.
      Ya sabes que tu franqueza es siempre más que bienvenida por estos lares, para bien y para mal. En otras ocasiones he coincidido contigo cuando has visto debilidades en alguno de mis relatos pero en este caso, tal vez sea porque la historia me toca un poco más que otras, no veo ese lío del final y la historia me gusta. A pesar de eso, todo es mejorable y después de publicar los relatos siempre suelo hacer una revisión. He pulido una errata y alguna frase de ese último párrafo, pero en esencia sigue siendo el mismo que no te convence.
      Lo importante no es tanto que el relato te guste o no, lo realmente importante para mi es que, a pesar de no gustarte, me des un aprobado, aunque sea justito 😉
      En serio, Sergio, un placer siempre tenerte por aquí y que, además de leer, siempre me des feedback y, de este modo, me ayudes a entender mejor qué y cómo escribo.
      Un abrazo grande.

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      1. Pues perdón por meterme por medio, pero resulta que el final es lo mejor. Me imagino a la hija, con ese coche heredado de su padre, como una especie de superviviente. Exactamente igual que el R5. Narradora y coche, a pesar de no dormir en «garages», siguen vivos. Y eso me hace quitarme el sombrero ante los dos.
        Si te vale mi opinión, yo te doy directamente un 9.9 (por aquello de que el 10 es la perfección, y nadie es (somos) perfecto(s). Enhorabuena!!

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      1. Muchas gracias, Alicia.
        Me alegra que hayas captado ese paralelismo entre el coche y el personaje. Era la idea: un hombre que no se quejaría por su vida, sus circunstancias y sus decisiones de manera directa, pero que no puede evitar hacerlo de manera involuntaria con sus gesto de amargura disimulada y con esa protesta involuntaria que realiza mediante la descripción del estado del vehículo.
        Me alegra tenerte por aquí, y un placer haber descubierto así tu sitio.
        Abrazo.

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  2. Me gustó mucho, realmente podía imaginar cada cosa que describías. La historia me recordó a mi padre cuando pudo cambiar el auto, luego de mucho mucho tiempo. También estaba satisfecho de sí mismo. Y creo que esa es la esencia de este relato, el recuerdo que le inspira el auto a la hija porque le recuerda a su padre. Eso me parece a mí,pero la interpretación es libre a gusto del consumidor. Saludos Andoni 🙂

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  3. Andoni, que te voy a decir, me encanta tu R5. Me ha gustado mucho. La imagen de la chica mirando por la ventana como apedrea el cielo el coche que heredo de su padre y del cual no se quiere desprender. Te voy a contar algo amigo. Yo tengo un 106 más viejo que me el betún. Y no quiero por nada del mundo desprenderme de él. Y eso que no tiene ese valoe sentimental. Pero ne acuerdo perfectamente el día que lo compré. Ya era viejo entonces. Estaba puesto de manera visible en la carretera que va de Urnieta a Andoain. Yo y mi antigua novia ibamos buscando un segundo coche: bueno bonito y barato. Y asi nos hicimos con él. Aquella historia se termino y yo emprendí un nuevo viaje. Sabes que vivo en Sevilla.¿ A qué no aciertas en que coche vine?. Todo el mundo quiere que lo cambie, pero yo le tengo un cariño tal, que me niego a desprenderme. Fue mi madre la que me dijo adiós cuando salí desde Tolosa hasta Sevilla hace ya ocho años.
    ¡Vaya rollo que te he contado! En definitiva: que me gusta el relato y me gustas tú como persona.
    Un poco más arriba he leído a un amigo tuyo hacerte una pequeña crítica al relato. Mantén a ese amigo. Te hará mucho bien y mejor escritor cada vez.

    Besarkada erraldoi bat lagun.

    Laister arte. Ondo segi

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    1. De rollo nada, Fabian. Agradezco mucho tu generosidad, tanto en lo que respecta a la lectura y valoración del relato como al hecho de que continúes tecleando y nos regales un pequeño retal más de ti. Grande la historia de ese incombustible 106 que te acompaña desde hace años en tantos viajes físicos y vitales.
      Totalmente de acuerdo con lo necesario de las críticas para crecer en esto de las letras.
      Nire betiko besarkada eta esker ona lagun!

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  4. Andoni, pues a mí me ha gustado. Quizá no sea de mis «tus relatos» preferidos… Pero me ha molado lo que evoca, a cada cuál, lo suyo, como vengo observando en los comentarios..

    A mí me ha recordado al 127 de mi Aitite y a los viajes de pequeña con ellos… Al olor siempre a cuidado, a las fotos de sus hijos, mi ama, mi tíos, en aquél eterno «No corras Papá» en el salpicadero…

    Y a rememorar, cuánta belleza hay en los recuerdos de lo cotidiano, y cuán agradable es que te la devuelvan, así de bonito narrada.

    Mila esker artista.

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  5. Me encanto tu relato, ahora más que nunca valoro cada recuerdo cotidiano de mis padres y el esfuerzo y alegría cada que compraban algo nuevo, un coche, un sillón. Me hiciste recordar momentos muy felices, apenas empiezo a leerte, así que me tendrás nuevamente por aquí.

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  6. Kaixo Andoni!

    Precioso y nostálgico relato. Emociona la forma en que la protagonista relaciona el viejo R5 con su padre ahora que no está, y como el coche le recuerda esas vivencias de su niñez junto a él. También se percibe una soledad en ella y un presente no muy agradable, que hace que le asalte la melancolía. Bueno, al menos al final su padre no tuvo razón y el R5 todavía esta ahí como símbolo de toda una vida…

    Un fuerte abrazo.

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  7. Nostalgia y pesar. Yo atisbo una relación distante con su padre que, quizá saturado por el trabajo continuo y el no poder dar mejor vida a su familia, se mostraba siempre amargado. Aún así imagino la ternura en su mirada cuando mira al R-5, con la misma ternura que, seguramente, hubiera querido mirar a su padre pero no se atrevía.
    Me ha gustado mucho el relato y, al contrario que a Sergio, a mí me gusta el final, una muestra de amor disimulada en un gesto, lamentando no poder dejarle un coche en buen estado, lo mismo que no le pudo ofrecer un amor de padre como él seguro hubiera querido.
    Un abrazo.

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  8. Precioso. Sigue así.
    Nosotros jugábamos a la suma de las cifras de la matrícula. Todavía busco mis números de la suerte en los coches de la avenida.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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