El punto final

Mi nombre es Ulises, soy tan joven que mi vida podría contarse en quince palabras, en un párrafo de apenas dos líneas, o en una frase de unas ciento treinta letras.

Siento la necesidad de conocer a mi padre. La idea ha surgido de la nada, como si, involuntariamente, le hubiese arrebatado ese deseo a otra persona. O como si esa persona hubiese proyectado su anhelo en mí.

No sé muy bien dónde buscar. Estoy en medio de un paraje sin principio ni fin, rodeado de árboles formados por símbolos que no comprendo. Camino por un sendero blanco en este extraño bosque creciente. El cielo es del mismo color níveo que el suelo que piso. Mi cuerpo es pequeño y está cubierto por una capa llena de esos símbolos incomprensibles. Y también de tachones.

Sigo caminando hasta que veo a alguien. Es un anciano encorvado que se mantiene en pie gracias a un bastón mellado. Me acerco y observo su frente: está cubierta por pequeñas olas de piel que se mueven despacio pero de manera visible. Cuando me acerco lo suficiente escucho una frágil voz.

—Hola joven, ¿tú también le buscas?

—Creo que sí, señor.

—Es natural, todos lo hacemos. Incluso él.

—¿Él también nos está buscando?

—No a nosotros. Pero busca.

—¿Y cómo sabe usted que lo hace?

—Lo ha intentado de tantas formas… Me concibió como un hombre feo hasta el extremo que no quería ser quien era, pero también fui un joven cuyo único nexo con sus raíces perdidas era una palabra aparentemente vacua que lo perseguía. Me han asediado los recuerdos y he huido para darme de bruces con ellos. He sido una mujer cuya fe le mostraba el camino de sus deseos y también un anciano en busca del calor en el frío invierno. He acabado con mis amigos por su empeño en impedir mi objetivo y me he lanzado literalmente al vacío para no estar sólo. He sufrido enfermedades que me han hecho olvidar y he tratado de arreglarlo todo con una sutura fallida. ¿Para qué lo hace si no es para buscar?

—Yo no tengo recuerdos, sin embargo sus palabras no me resultan extrañas. ¿Quién soy?

—Tal vez seas la respuesta a tu pregunta, tal vez no.

—¿Se cuestiona usted lo mismo?

—Claro que sí, aunque lo formulo de distinto modo.

—¿Y cuál es su formulación?

—¿Qué ocurre tras el último punto?

—¿El último punto? No le comprendo.

El anciano se acerca hasta que puedo verme reflejado en sus ojos nebulosos y apoya los huesos de sus dedos en mi hombro. Respira hondo, con pesar, y habla de nuevo.

—Me refiero a la última pausa, al momento en el que todo acaba. Hasta ahora, tras cada punto final, siempre he vuelto a este bosque cambiante. Una y otra vez. Pero es de suponer que habrá un punto definitivo: cuando él haya dejado de buscar. Sólo entonces descansaremos. Sólo entonces, quizás, sabremos.

—Puede ser que yo esté aquí para anunciar ese final. Sí, eso es lo que siento. Puede que pronto sepamos.

—Eso sería maravilloso, mi querido muchacho.

Me ofrece el bastón lleno de muescas y una pequeña navaja. Tomo ambos objetos sin comprender su gesto mientras el anciano, con un frágil hilo de ternura añade:

—Tal vez tras este punto…

Andoni Abenójar

22 comentarios

  1. Reblogueó esto en Phaetoy comentado:
    Nuevamente tengo el gusto de leer un relato de Andoni y como la última vez me ha atrapado en sus renglones. Realmente lo conozco por las obras que he leído, o sea muy poco, y no podría aventurarme para definirlo con un estilo, por ahora creo que su riqueza está en su contenido metafórico. En este relato descubro un dialogo o discurso “detonador”, por así decirlo, para que el lector le dé un significado intimo a las palabras que nos comparte. Un limbo de ideas que finalmente uno terminara armando en un orden muy personal.
    ¿Me pregunto que reflexiones evoco en cada uno de los lectores?

    Hasta pronto amigos del más allá.

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  2. Un estupendo relato, me sugiere el viejo año y el nuevo que llega para recoger el testigo y quedarse…
    ¿Dónde publicas ahora, Andoni? dame el enlace si lo haces en otro sitio. Tengo idea que habías creado una página web, ¿estoy en lo cierto?
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Estrella.
      Sigo publicando sólo aquí. Lo que hice fue comprar el dominio de La caricia del gato negro para acortar la dirección del blog y para evitar los anuncios comerciales que salen al final de las publicaciones.
      Últimamente estoy escribiendo en otras direcciones, pero no lo publico porque lo estoy reservando para un libro de relatos.
      de cualquier forma, en breve habrá nuevo material por aquí.
      Un abrazo y gracias por el interés y la visita.

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